«De acuerdo con mi propia teoría sobre la película, los planes de Stella para separarse de Laurel ya están en marcha mucho antes de que los comparta con la señora Morrison, cuando acude a su hogar para preguntarle si permitirá que Laurel viva allí cuando ella y Stephen estén casados. Creo que el hito que señala el principio es precisamente el final de la secuencia de la última lección por parte de Stephen después de que se arrepienta de haber sugerido tan atentamente que él y Laurel podrían tomar otro tren posterior. Exactamente cuando Stella se queda con el vestido negro, de espaldas a la cámara, mirando la puerta por la que Stephen y Laurel han desaparecido. La toma se mantiene por más tiempo de lo que cabría esperar, subrayando así su importancia. (Por supuesto, no puedo demostrar que sea así. Es algo que, como ocurre con el gusto, cada uno tiene que probarse a sí mismo.) Una figura que nos da la espalda normalmente representa un estado de ensimismamiento, o de autoevaluación, como si en su interior estuviera teniendo lugar una recapitulación de los pensamientso propios.
(…) Lo emersoniano de los géneros cinematográficos sobre los que he escrito representa a los seres humanos como si estos estuvieran en medio de un viaje -por utilizar términos emersonianos tan drásticamente sobreentendidos, como drásticamente malinterpretados-, un viaje desde aquello a lo que él se refiere con conformidad, hasta lo que quiere decir con confianza en uno mismo, lo cual viene a ser equivalente a decir (o así lo he defendido) que se trata de un viaje, un peregrinaje, un paso adelante desde errar por el mundo, hasta existir en él; lo cual puede ser expresado como la afirmación del cogito ergo sum propio, del pienso, luego existo propio, llamémosle la capacidad de pensar por uno mismo, de juzgar el mundo, de adquirir -como lo expresa Nora al final de Casa de muñecas– una experiencia personal del mundo»
El gusto de Stella: una lectura de Stella Dallas, Stanley Cavell, Más allá de las lágrimas (Antonio Machado, 2009)