«Mi caso , en especial, es que para funcionar felizmente a mí me gusta sentirme como un pequeño Colón: en cualquier escena nueva quiero descubrir América. Y no quiero oír hablar de esos malditos vikingos. Cada vez que pongo los pies en un plató para rodar un filme, es para mí como plantar una bandera. Mientras más cosas sé de los intrépidos descubridores que llegaron antes, más se va empequeñeciendo mi bandera hasta convertirse en una de esas banderolas que se se colocan en un campo de golf para señalar un agujero y el jugador vea adónde debe dirigir la pelota. Yo no pretendo, en absoluto, que mis delicados sentimientos sobre este asunto sean aceptados como dogma pero sí voy a decir esto: los que hacemos películas debemos tener cuidado con ellas. Son malas para los ojos. Los directores de cine se pasan demasiado tiempo en las salas de proyección. Deben salir a la luz del sol con más frecuencia. Las películas de otros directores son una pobre fuente de vitaminas.
Las películas de los otros están llenas de buenas cosas que son merecedoras de que se las vuelva a inventar una y otra vez. Inventadas, sí, pero no repetidas. Las cosas buenas deben ser halladas, halladas, en el precioso espíritu de la primera vez. Y las imágenes descubiertas, no encontradas con referencia a algo.
PB: Ése es un gran problema para todo aquel que empieza ahora.
OW: ¿El que todo se ha hecho ya? ¿Es eso lo que quieres decir? No, ése no es el problema. El problema está en que todo ha sido visto ya. Los directores ven demasiadas películas. Es cierto que todo se ha hecho ya, pero es más saludable no saber que es así. ¡También estaba todo hecho cuando yo empecé…!»
Orson Welles, Peter Bogdanovich, Ciudadano Welles (Grijalbo, 1994)